Esta pequeña de 7 años es muy tranquila y cariñosa, pero de primeras es un poco desconfiada. Aunque una vez se siente protegida por ti te declara su fidelidad absoluta… es sociable con otros perros.
Este es el caso de nuestra pequeña Mara, la última en llegar a nuestra humilde familia. El miércoles a las 7 de la mañana recibíamos una llamada, agentes de la Policía Nacional se habían encontrado, comiendo en unos contenedores de basura, a una perra con signos de haber tenido cachorros hacía relativamente poco. Dada la peligrosidad de dejarla allí, cerca de una carretera muy transitada, y con demasiado riesgo para nuestra pequeña, no dudaron ni un segundo y se la llevaron a Comisaría. Tuvieron suerte, ya que esa noche uno de los policías que allí se encontraban trabajando, tenía lector de microchip, y comenzon a intentar averiguar su historia, ya que nuestra peludita estaba identificada. Cuando esa policía comenzó a recabar información, la cosa cada vez le iba gustando menos, y consiguió, con paciencia y perseverancia que el dueño cediera a la pequeña a nuestra asociación. La historia que le contó, es que él había regalado a la perra, y la pobre había pasaso por mil manos distintas, y estaba segura que ninguna de ellas le había enseñado el significado de la palabra “amor”, sólo había que ver el estado en el que se encontraba Mara. Intentamos por todos los medios localizar a sus pequeños cachorros, nos la llevamos donde había aparecido, hemos ido varios días a dar vueltas por la zona y no conseguimos nada. Estamos desesperados intentando localizarlos, porque todos los bebés deben estar con sus madres. La Policía Nacional ha realizado mil gestiones también, y todas han sido infructuosas. La vida de Mara se puede leer en su cuerpo, en sus marcas en la piel, en sus heridas mal curadas, en sus viejas cicatrices, pero sobre todo se puede ver en su mirada, de súplica, de compasión, de gritar pidiendo ayuda en cada uno de sus pestañeos. Mara está nerviosa y muy triste, echa de menos a sus pequeños y ya no sabemos que más hacer para saber donde están. No sabemos cuántos cachorros le habrán quitado a Mara, cuántas vidas han arrancado del calor de su madre, ni cuántas veces Mara habrá llorado por ellos. Lo que sí sabemos es que ya no va a llorar más, porque de ahora en adelante sólo va a conocer los abrazos, las caricias, los mimos, y el verdadero significado del amor. Ahora Mara está con un tratamiento para cortar la lactancia, ya que de no hacerlo llegaría a tener una infección, provocándole una mastitis con el dolor y los riesgos que eso causa.
En residencia Mara está nerviosa e insegura, se asusta con los ladridos de otros perros, y sólo quiere estar tumbada sobre nosotros cuando vamos a verla. Cada vez que la metemos en su chenil se hace una rosquilla en su caseta y se queda llorando hasta que nos vamos de allí, se nos rompe el alma de oírla. Si nos acercamos de manera muy brusca o no somos delicados al aproximar nuestra mano para acariciarla, ella cierra muy fuerte los ojos y agacha su cabeza, esperando algún golpe de los que tantos debió recibir, tal y como su cuerpo nos cuenta.
Os vamos a contar un secreto, sin que ella nos escuche, cuando Mara llegó nos susurró al oído que ya era una perra mayor, que no era guapa, ni de raza, que estaba llena de cicatrices, y su pelo no brillaba como lo hacía el de otros perros, que nadie se iba a fijar en ella, y que aunque nos agradecía que la hubiéramos salvado, estaba destinada a vivir el resto de su vida en un chenil, con sus huesos ya castigados por la vida, tumbados en el cemento. Nuestros ojos rompieron en llanto, y entonces le dijimos que cerrara los suyos y pidiera un deseo, y así lo hizo. No os podemos contar que pidió, si no, no se cumpliría, pero os prometemos que vamos a hacer todo lo que este en nuestras manos para hacerlo realidad. Mara ha tenido una vida muy dura, y no sabe lo que es el calor de un hogar ni lo que es que se acerque una mano para acariciarle.